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Estamos viviendo el medio año más intenso de nuestras vidas. La pandemia ha sacudido nuestros cimientos sociales, puesto en jaque el sistema sanitario y resquebrajado algunas de las bases más sólidas de nuestra economía y democracia. Creo que estamos ante una reconstrucción de nuestra economía y sistema social más que ante una recuperación de una crisis. Las decisiones que tomemos hoy van a marcar en buena medida el desarrollo de nuestra sociedad en las próximas décadas.
De manera inevitable, la pandemia genera un elevadísimo grado de incertidumbre. Y la incertidumbre es un gran adversario de las empresas porque paraliza sus decisiones y deteriora la confianza y por ende, el clima del consumo. En estos momentos, tratar de reducir el nivel de inseguridad de ciudadanos y empresas debe ser objetivo prioritario de todos y, en particular, del Gobierno y las Administraciones Públicas.
Un buen punto de partida es contar con un plan claro para la reconstrucción, pero lamentablemente no lo tenemos. España es el país europeo más golpeado por el covid, en términos de destrucción de empleo y actividad, y con las peores previsiones de recuperación. 196 días después del decreto de Estado de Alarma seguimos sin una orientación sobre la política económica y las reformas que nuestro país necesita urgentemente abordar. ¡Lo que sí hacemos hasta la extenuación es discutir!
“El camino de la rigidez laboral nos llevaría al colapso de nuestro tejido productivo, profundamente deteriorado”
En la economía real, que es en la que confluye la actividad de las empresas, el trabajo de los ciudadanos y el interés de los inversores, la indefinición y los permanentes vaivenes tácticos de la política tienen un coste altísimo en términos de confianza. Las batallas demagógicas no aportan nada y suponen un deterioro de la seguridad jurídica, del entorno empresarial y social, porque cuestionan permanentemente los consensos básicos de nuestra economía, nuestras Instituciones y la imagen de España.
Pienso que lo mencionado no aporta nada al “bien común”. Una mayoría de ciudadanos estamos cansados de discusiones estériles que camuflan la severa situación. Esta mayoría desea más que nunca acuerdos urgentes de la clase política por consenso y abordar con rigor y honestidad los problemas estructurales y sanitarios.
En mi opinión, no hay alternativas. Sólo con la protección y desarrollo de las empresas y la iniciativa privada se puede generar riqueza y empleo. Como ya he expresado estos meses, la confianza en los empresarios y la colaboración leal público-privada deben guiar la acción del Gobierno y el plan de reformas urgentes que necesita España.
Algunos servicios de estudios, como el de Funcas, apuntan que España, al menos hasta 2024, no recuperará los niveles de empleo previos a marzo de este año. La recuperación pasa por el empleo y son las empresas las que lo deben generar. Pero es necesaria una mayor empatía de todo el Gobierno con la realidad y las necesidades de las empresas en esta crisis, para impulsar una agenda de reformas que mejore la liquidez, no incremente la presión fiscal, flexibilice los mercados y ayude a recuperar empleos. ¡Esto es de libro…!
Opino que no es momento de contrarreformas laborales o confrontaciones estériles. Más bien necesitamos entablar un diálogo abierto con los representantes de los trabajadores – sin duda, estoy seguro de que también lo desean- para aplicar medidas excepcionales que ayuden a mantener el empleo y nos permitan adaptarnos a esta nueva realidad. Esta flexibilidad, que ya funcionó con éxito en la salida de la anterior crisis, es determinante para salvar el mayor número de empresas y empleos. El camino de la rigidez laboral nos llevaría al colapso de nuestro tejido productivo, profundamente deteriorado.
La fiscalidad, otra gran cuestión, se debe abordar sin demagogias. En un momento como el presente, en el que las empresas han estado nada menos que 3 meses cerradas, con gravísimos problemas de liquidez y con un desplome de la demanda sin precedente, no se debe aumentar la presión fiscal porque comprometería, en muchos casos, su propia supervivencia. La política fiscal debe contribuir a dinamizar el consumo y a facilitar, o al menos no entorpecer, la recuperación. Endurecer la carga impositiva a empresas y hogares solo puede contribuir a castigar aún más nuestra economía. Estoy convencido -y no solo yo- de que el marco fiscal debe reforzar al sector privado y ayudarle a aportar, mediante la creación de empleo y consumo, más recursos a la reconstrucción.
La fragmentación de nuestro mercado es desde años otro talón de Aquiles de nuestra economía. Desde Anged llevamos denunciando este problema, porque daña de forma sustancial a todas empresas. Este es una opinión que comparte la Comisión Europea, la OCDE y cualquier inversor que mire desde fuera nuestro país. La hiperregulación, la fragmentación del mercado interior, los cambios recurrentes de la normativa y los conflictos jurídicos constantes entre Administraciones desalientan la inversión y la creación de empleo.
Durante la pandemia hemos comprobado el altísimo coste que ocasiona la falta de colaboración entre Instituciones o la dispersión en la toma de decisiones. Urge, por tanto, abordar la Unidad de Mercado de forma efectiva y simplificar la carga normativa de nuestro país.
A nuestro entender, la creación de empleo es la mejor y más efectiva receta de la política social. No me cansaré en repetir que es lo que permite generar oportunidades, recuperar la renta de los hogares, la confianza en el futuro del país y el ciclo del consumo e inversión. Por eso, insisto en que el Gobierno tiene que confiar más y contar con los empresarios, porque del éxito de las empresas depende la recuperación del empleo y la economía.
Las grandes empresas deben ejercer de locomotoras en la economía. De ellas depende una cadena de valor amplísima. En el caso de la distribución comercial, por cada 1 euro que ingresan nuestras empresas, la producción final de la economía crece 2,5 euros, gracias al efecto arrastre sobre otras industrias, en su mayoría pymes nacionales dedicadas a la producción primaria, la industria transformadora, la logística, los servicios profesionales, las finanzas o el marketing, a lo que hay que sumar el efecto inducido por mayor consumo por las rentas generadas por el empleo.
En 2019 la aportación de nuestras empresas a la economía española fue de 10.300 millones de euros en impuestos, cotizaciones y salarios. Si se suma el efecto directo, indirecto más el inducido, la aportación de ANGED se aproxima a los 26.000 millones de euros.
“La política fiscal debe contribuir a dinamizar el consumo y a facilitar, o al menos no entorpecer, la recuperación”
Me gustaría concluir con un profundo y sentido agradecimiento al papel que, en esta pandemia, han desempeñado todos aquellos que trabajan en el comercio, nuestras empresas y empleados por varios motivos:
Han sido capaces de dar una respuesta eficiente al descomunal fenómeno de acaparamiento que se desató al inicio pandemia, con un esfuerzo logístico sin precedentes de toda la cadena y un comportamiento responsable y solidario de nuestros trabajadores digno del máximo elogio y reconocimiento social. También ha sido un sector ejemplar a la hora de aplicar en tiempo récord y con éxito, protocolos de seguridad que afectan a toda su operativa, desde proveedores hasta el consumidor final, pasando por supuesto por los empleados. Han demostrado que es posible realizar una compra segura gracias a la colaboración de todos, incluidos nuestros clientes.
También quiero destacar el compromiso con el empleo de nuestras empresas, a pesar de haber permanecido cerradas en muchos casos tres meses y encontrarse en la reapertura con una situación durísima. Nuestras empresas siempre van a dedicar todo el esfuerzo necesario para intentar mantener el nivel de empleo y buscar el acuerdo con los trabajadores para atenuar el impacto de esta crisis sobre sus plantillas.
El tercer factor que quiero destacar es la apuesta de futuro por la omnicanalidad. El cierre de las tiendas y las restricciones han disparado el comercio electrónico, generando un desafío operativo para todo el sector. Hemos podido seguir dando servicio a nuestros clientes, complementar nuestros canales de venta físicos y online e implementar soluciones originales gracias al esfuerzo que han hecho en los últimos años las empresas. La pandemia ha acelerado la omnicanalidad.
Pero, sobre todo, merece un agradecimiento público la solidaridad que nuestras empresas y sus empleados han demostrado con los colectivos más afectados por la pandemia. Por poner sólo algunos ejemplos, han contribuido a la fabricación de EPIs, con materiales, instalaciones y cadenas logísticas. Han ayudado a equipar con muebles, textil, electrónica y alimentos centros de atención y residencias. Han dispuesto hoteles medicalizados. Con ayuda de nuestros clientes, han canalizado toneladas de alimentos para grupos vulnerables. En definitiva, han estado al pie del cañón, prestando servicio a nuestro país en los momentos más duros de esta pandemia.Esta energía de solidaridad y colaboración de todos es la que necesita nuestra economía para salir adelante. Por ello, humildemente emplazo a los poderes públicos a trabajar de la mano de las empresas en la reconstrucción de España.