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Averiguar el grado de conocimiento, compromiso e implicación de los consumidores españoles en materia de sostenibilidad ha sido el nuevo interrogante que, este año, la Mesa de Participación Asociaciones de Consumidores (MPAC) ha planteado a los consumidores encuestados y las respuestas recabadas resultan bastante elocuentes: sostenibilidad sí pero no a cualquier precio. El perfil mayoritario, un 93%, es consciente de que sus hábitos alimentarios tienen un mayor o menor impacto ambiental según sean estos más o menos respetuosos con el medio ambiente; a un 88% le preocupa la sostenibilidad y al 86% le gustaría contar con un etiquetado donde viera si el producto lo es realmente.
Sin embargo, a un 61% le resulta difícil, hoy por hoy, hacer una compra de alimentos sostenibles y menos de la mitad estaría dispuesto a pagar más por productos de estas características, según las conclusiones de la MPAC.
De acuerdo con dicho estudio, en el que han participado 3.500 familias de las 17 comunidades autónomas y de las 2 ciudades autónomas durante el primer semestre de 2021, la conciencia ambiental está firmemente implantada en la población española como demuestra su evolución positiva en materia de reciclaje y separación de residuos o su preocupación y actitud combativa contra el desperdicio alimentario; un 88% lo considera un problema e intenta evitarlo. En este sentido, cabe destacar que, en la encuesta de este año, aunque sigue siendo alta, el consumidor reduce su responsabilidad directa sobre este fenómeno y lo achaca en mayor medida a la sociedad en su conjunto y a todos los agentes implicados en la cadena agroalimentaria.
Se recurre más a los alimentos funcionales para complementar la dieta tras los meses de confinamiento y estos casi dos años de pandemia, los consumidores encuestados son más conscientes de la relación entre nutrición, salud y hábitos saludables. Más de la mitad de los encuestados (58%) han recurrido a alimentos con alegaciones nutricionales para complementar su dieta y potenciar sus defensas, su estado de ánimo o sus niveles de energía y buena parte han aprovechado el confinamiento para hacer deporte y alimentarse de un modo más completo. Los consumidores han adoptado un papel proactivo y complementario y ha crecido en seis puntos con respecto al año anterior el interés por este aspecto (38% vs 32%). Comenzamos a ser conscientes de la importancia de la nutrición para un estado de salud lo más óptimo posible.
Si bien la mitad de la población consultada en la encuesta responde que su principal fuente de información sobre un alimento es la etiqueta, los seis años de experiencia acumulados en este estudio revelan un progresivo desinterés por ella y un aumento de los encuestados que aseguran no buscar información por este canal. Internet, como segunda fuente, se mantiene en torno a un 20% desde 2019.
De hecho, el etiquetado actual resulta mejorable para más del 50% de los consumidores, bien porque sus datos son poco visibles, confusos o irrelevantes. Cabe destacar que un 24% reclama la opción de disponer de esta información en formato digital, sobre todo entre los encuestados de menor edad. Se impone el concepto de omnicanalidad para buscar información sobre los productos.
En cuanto a los conceptos más importantes de la etiqueta para el consumidor, un 60% se fija en la fecha de caducidad, el 59% en los ingredientes y al 34% le interesa el lugar de origen del alimento. Sobre la información nutricional, nos importan los azúcares (64%) y las grasas (61%). También cabe destacar, el aumento del interés por el contenido proteico del alimento.
El estudio de la MPAC en 2021 desvela una paradoja con respecto a la fecha de caducidad. En el epígrafe anterior se apuntaba a que es el dato de la etiqueta que más interesa al consumidor y, a la pregunta de si conoce la diferencia entre fecha de caducidad y fecha de consumo preferente, casi el 80% responde que sí. Sin embargo, un 59% también confiesa que consume productos alimentarios una vez superada su fecha de caducidad, ya sea porque “por unos días no pasa nada” o porque “lo importante es el aspecto del producto en sí, su textura, olor y sabor”. En esta cuestión, además, los porcentajes apenas han variado en los últimos tres años.
A pesar de esto, el consumidor medio en España, más del 95%, es consciente de la importancia de la alimentación para su salud, tanto de manera aislada como en sinergia con otras cuestiones. Aunque de nuevo, una quinta parte de la población cuestionada se muestra insegura a la hora de calificar sus hábitos alimentarios como saludables y un 11% admite abiertamente que no lo son. En contrapartida, los que declaran mantener hábitos saludables aumentan ligeramente con respecto a los tres últimos años.
Respecto a la calidad, se establece en un 6% el uso del comercio online entre la población después de que experimentara un incremento durante el periodo de pandemia hasta el 8,9%. Aunque la compra de alimentación online todavía no está consolidada, se aprecia una valoración positiva por parte de los encuestados, concretamente de un 67% si bien solo la mitad lo ha usado alguna vez, sobre todo por la comodidad. El 35% todavía es reticente al no poder ver el producto que adquiere. Aparece el concepto de cercanía 2.0 que no la proporciona la ubicación geográfica, sino la conectividad, lo que permite hacer la compra en “un clic”.
El consumidor medio en España otorga una gran importancia a la calidad del establecimiento en el que hace la compra (58%) por encima de la cercanía con un 54% y del precio (47%). Se ha constatado un aumento con respecto a otros años en los tres factores que se consolidan como los más importantes para los ciudadanos, incluso en los meses de confinamiento por la COVID-19. Lo mismo ocurre a la hora de adquirir un producto donde la calidad prima para la mitad de los encuestados seguido de lejos por las preferencias personales (23%) y el precio (19%). Y es que más del 90% de los encuestados es consciente de la importancia del binomio alimentación y salud, un porcentaje que este año se ha visto reforzado por las circunstancias sanitarias a nivel global. El consumidor se preocupa por su salud y ve la nutrición como un aspecto esencial a la hora de adquirir un producto o de elegir el lugar de compra.
El supermercado se sigue manteniendo como el lugar de compra preferido para el 64% de los encuestados, igual que en 2020, seguido de lejos por los hipermercados (16%) y el pequeño comercio de proximidad con el 14%, ambos con porcentajes similares en los últimos años analizados.
Por otra parte, se constata que los consumidores diversifican la compra en diferentes establecimientos dependiendo de si se trata de comprar productos perecederos o no perecederos. Así, los productos frescos se adquieren mayoritariamente en los pequeños comercios y mercados municipales (46% en el caso de la carne, 45% en el pescado y el 52% de frutas y verduras). Esta preferencia puede deberse a que se vincula a productos de temporada con círculos más cortos de distribución y comercialización, y por tanto, tender a considerarlos como más frescos.