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El fraude alimentario es una preocupación generalizada que afecta cada vez a más consumidores, gobiernos y productores y que implica a toda la cadena de distribución. Se calcula que la industria agroalimentaria pierde cada año entre 30 a 40 mil millones de euros debido al fraude. Para 2050, se estima que la producción de alimentos deberá de aumentarse en un 60% para alimentar a los 9.300 millones de personas del mundo. Todo un desafío para la industria.
Según los datos de EIT Food, organización alimentaria no gubernamental que cuenta con el apoyo de la Unión Europea, España es el país comunitario con más fraude alimentario en sus productos de origen, seguido en el pódium de Italia y Países Bajos. En este sentido, EUIPO, la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea, al rastrear el fraude del mercado del vino y las bebidas alcohólicas en España en 2019, detectó 438 millones de euros estafados. Por su parte, observando el mercado del aceite, en Europa las pérdidas relacionadas con estos fraudes se estiman en 1.500 millones de euros, en un mercado de 3.000 millones de euros.
La Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea, al rastrear el fraude del mercado del vino y las bebidas alcohólicas en España en 2019, detectó 438 millones de euros estafados
Esta situación tan perjudicial para el mercado y para los consumidores se debe a que las mafias se han apoderado de una gran parte del mercado, multiplicando el fraude y la falsificación, hasta el punto de convertirlo en un negocio ilícito aún más rentable que el de los estupefacientes. Para ello, estos falsificadores siguen varios métodos de funcionamiento, como la sustitución del producto original por otros parecidos de menor calidad, el etiquetado erróneo, el anuncio de falsos orígenes geográficos, pero también su mezcla con otras sustancias, en ocasiones, hasta perjudiciales para la salud.
Sicpa, multinacional suiza con gran implantación en España, cuenta con soluciones de seguridad material y digital para luchar contra esta lacra en la economía actual, y trabaja desde hace años para combatir el fraude alimentario y, lo que es más importante, dar legitimidad a los productos originales, con satisfactorias soluciones que ya han sido implantadas, por ejemplo, en la industria del vino, conservas, aceites, licores, productos de denominaciones de origen con el queso o el azafrán de La Mancha, etc.
El más alto nivel de seguridad se alcanza cuando el código en sí mismo se combina con la seguridad material. En Sicpa han dado un paso más con el desarrollo de unos QR con capas de seguridad material (textura, tintas…) y digital (que solo se pueden validar con los programas informáticos correspondientes) que imposibilitan su falsificación, copia o reproducción.
En el mercado del aceite, en Europa las pérdidas relacionadas con estos fraudes se estiman en 1.500 millones de euros, en un mercado de 3.000 millones de euros
Las soluciones de seguridad alimentaria de Sicpa están implementadas en la industria del vino, con sistemas antifraude en las cápsulas que rodean el precinto de los corchos de las botellas, y con QR con tintas de seguridad que permiten una perfecta trazabilidad del sistema a lo largo de toda la cadena de distribución. Estos códigos QR están igualmente presentes en las botellas de aceite de oliva virgen u otras bebidas espirituosas también con DO, así como en precintos de garantía de muchos productos alimenticios, pero es importante que cada industria específica se estudie previamente, para así aplicar las mejores medidas de seguridad, tanto material como digital.