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España seguirá siendo este 2024 uno de los principales motores económicos de la zona euro, con una previsión de crecimiento para cierre de año del 2,2%. Esta es una de las principales conclusiones obtenidas en el Barómetro de Riesgo País y Sectorial de Coface de junio de 2024, donde los analistas de la compañía mejoran en nueve décimas el impulso de la economía española, frente al crecimiento anual del 1,3% estimado en la pasada edición de este informe.
Tal y como refleja el análisis, la tendencia positiva del mercado nacional está superando todas las expectativas, con un crecimiento trimestral del PIB que alcanzó el 0,7% en los primeros tres meses del año. Una solidez que se ha visto apoyada por el sector exterior, impulsado principalmente por las exportaciones de servicios, y, en particular, por el turismo. De hecho, el sector registró cifras récord en el primer trimestre, con un aumento en el volumen de llegadas de turistas extranjeros y en el gasto (ajustado a la inflación), que superó los niveles anteriores a la pandemia en un 10% y un 20%, respectivamente.
Además, la inversión repuntó tras dos trimestres negativos (0,5 puntos porcentuales), impulsada tanto por la inversión en bienes de equipo (que crece un 3,7% respecto al trimestre previo) como en construcción (+3,0%). Aunque ambas siguen por debajo de los niveles previos a la pandemia, su tendencia positiva va a continuar. Sobre todo, gracias a la aceleración de la aplicación de los fondos Next Generation de la Unión Europea.
El consumo de los hogares se mantuvo resistente, incrementándose un 0,3% trimestral, gracias a la resiliencia de su poder adquisitivo, con una relajación de las presiones inflacionistas y un aumento de los salarios. Por su parte, el gasto de las administraciones públicas cayó un 1%.
El Barómetro de Riesgo País y Sectorial de Coface analiza, a partir de diferentes datos macroeconómicos, financieros y políticos de países de todo el mundo, la situación actual y futura de los diferentes mercados internacionales y sectores. A raíz de este trabajo, la compañía ha podido concluir que, en el primer trimestre de 2024, la economía mundial ha repuntado ligeramente respecto a los años anteriores, aunque persisten riesgos económicos, sociales y políticos globales que continúan marcando el ritmo mundial.
En Europa, la inflación repuntó al 2,6% en mayo, tras haber caído al 2,4% en abril, gracias a una desaceleración de los precios de los alimentos no elaborados y de los bienes. Aunque el probable aumento de los salarios debería impulsar el consumo, ralentizará la desinflación
En consecuencia, Coface ha ajustado las calificaciones de cinco países y 26 sectores, indicando únicamente perspectivas positivas a corto plazo, y ha mejorado la previsión de crecimiento mundial para 2024, situándola en el 2,5%, con una estabilización prevista en el 2,7% en 2025. Para justificarlo, el informe concluye que el crecimiento moderado en Estados Unidos y China se verá compensado por la aceleración en varios países emergentes.
Según el informe, a pesar de la ralentización de la economía estadounidense, las cifras del mercado laboral parecen haber vuelto a niveles anteriores a la pandemia, lo que indica un mejor equilibrio entre la oferta y la demanda de mano de obra.
En China, el repunte económico sigue siendo desigual. El PIB superó las expectativas en el primer trimestre de 2024, gracias a la inversión en el sector manufacturero, intensificando la preocupación por el exceso de capacidad de producción. Teniendo en cuenta la debilidad de la demanda interna, los productores chinos tendrán que encontrar salidas en mercados exteriores. Asimismo, las persistentes presiones deflacionistas podrían seguir frenando los ingresos de las empresas y los hogares.
Europa, por su parte, con un crecimiento del PIB del 0,3% en el primer trimestre de 2024 y un repunte de la actividad gracias al sector servicios, parece haber dejado atrás la recesión.
La desaceleración de la desinflación (inflación menor que la esperada) en Estados Unidos confirma que el último tramo en la lucha contra la inflación es, sin duda, la fase más difícil. La causa radica en los precios persistentemente elevados de los servicios y la vivienda. La inflación que afecta a los precios del gasto de consumo personal1, que con un 2,7% se mantiene por encima del objetivo del 2% de la Reserva Federal estadounidense, confirma este punto.
En Europa, la inflación repuntó al 2,6% en mayo, tras haber caído al 2,4% en abril, gracias a una desaceleración de los precios de los alimentos no elaborados y de los bienes. Aunque el probable aumento de los salarios debería impulsar el consumo, ralentizará la desinflación. Cualquier otro descenso de la inflación hasta situarse en torno al 2% tendría que producirse a costa de un deterioro del mercado laboral o de los márgenes de explotación de las empresas, con el riesgo de un nuevo aumento de las insolvencias.
Los mercados esperan sólo una o dos bajadas de tipos, lo que refleja la prudencia de la Reserva Federal. Las últimas proyecciones de los responsables de la política monetaria estadounidense confirman que los recortes de tipos tendrán que esperar hasta finales de verano o, incluso, hasta finales de año. Por su parte, el Banco Central Europeo inició su relajación monetaria con un primer recorte de 25 puntos básicos a principios de junio.
Ante el retraso del calendario de la Fed, los países emergentes tendrán que ralentizar o retrasar su ciclo de bajada de tipos para evitar un repunte de la inflación vía importaciones. Brasil, por ejemplo, recortó su tipo de interés oficial sólo 25 puntos básicos en mayo, tras seis recortes consecutivos de 50 puntos básicos. El aplazamiento de la Fed también condicionará las políticas monetarias en África y Asia. Los bancos centrales de las principales economías emergentes aún no han iniciado su relajación monetaria, lo que limita la magnitud de su recuperación económica para 2024 y 2025.
La inversión repuntó tras dos trimestres negativos (0,5 puntos porcentuales), impulsada tanto por la inversión en bienes de equipo (que crece un 3,7% respecto al trimestre previo) como en construcción (+3,0%)
A pesar de este retraso, muchas regiones disfrutarán de un impulso positivo. Algunos países del sudeste asiático (Vietnam y Filipinas) registrarán tasas de crecimiento superiores al 6%. India, a pesar de sufrir una ligera desaceleración, debería registrar un crecimiento del 6,1%. África también crecerá por encima del 4%, con una aceleración en sus principales economías (Nigeria, Egipto, Argelia, Etiopía, Marruecos y, en menor medida, Sudáfrica).
La drástica subida de los derechos de aduana sobre las importaciones de productos chinos anunciada el pasado 14 de mayo confirma la determinación de Estados Unidos de contrarrestar a China en sus sectores estratégicos. Hace unos días, la Unión Europea también adoptó medidas, imponiendo aranceles adicionales de hasta el 38% a los vehículos eléctricos chinos. Países como India y Brasil ya han tomado posturas similares, lo que aumenta el riesgo de tensiones comerciales a escala mundial. Este contexto podría convertir a México y Vietnam en los principales beneficiarios de esta reorganización, gracias al reemplazo de productos chinos. Aunque los vínculos comerciales entre EE. UU. y China parecen haberse debilitado, sería prematuro concluir que ambas potencias se han desvinculado.
Además de la decisión de la administración actual, las promesas de campaña del candidato Trump de aplicar aranceles globales del 10% están alimentando las preocupaciones en torno a la política comercial estadounidense, al tiempo que aumentan los temores de fragmentación del comercio mundial.
En un contexto geopolítico cada vez más incierto, una escalada de las barreras aduaneras supondría mayores costes para las empresas, contribuyendo al riesgo de un futuro más inflacionista.