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El objetivo del etiquetado de los alimentos y bebidas es incluir información como los ingredientes y los valores nutricionales para que los consumidores puedan tomar decisiones informadas. Sin embargo, las bebidas alcohólicas eran la excepción. La revista Consumer informa de que esa exención ha llegado a su fin, y ahora estamos en un periodo de transición en el que, progresivamente, las empresas deben incorporar estos datos.
En septiembre de 2017, la Comisión Europea publicó un informe relativo al etiquetado obligatorio de la lista de ingredientes y la declaración nutricional de las bebidas alcohólicas, destacando la necesidad de mayor transparencia. En este informe invitaba a la industria “a presentar una propuesta de autorregulación”.
El concepto de “autorregulación” es una de las claves del debate y de las dificultades para el consumidor de entender la norma y su aplicación. Jacobo Olalla, director general de Cerveceros de España, tras señalar que la normativa de etiquetado de alimentos se aplica de manera general a los productos alimenticios, apunta las particularidades de la cerveza: “Si bien se considera un alimento, la normativa no exige la inclusión obligatoria de la lista de ingredientes ni la información nutricional completa, requiriendo, sin embargo, la indicación del grado alcohólico si supera 1,2%. No obstante, el sector cervecero, en un ejercicio de transparencia, ha asumido voluntariamente el compromiso de proporcionar esta información, equiparándose a las exigencias de etiquetado de otros alimentos”.
José Luis Benítez: "La autorregulación es enormemente complicada en un sector en el que el 99% son pymes y, de esas, el 75% son micropymes. Hablamos de pequeñas bodegas familiares y es muy difícil llegar a seguir ese modelo"
Las bebidas espirituosas también están en un marco de autorregulación. En junio de 2019, Spirits Europe firmó un acuerdo que implica el compromiso del sector a facilitar, de forma voluntaria, la información nutricional y el listado de ingredientes al consumidor. En este sentido, Bosco Torremocha, director ejecutivo de Espirituosos España, apunta que su sector “pone a disposición del consumidor toda la información sobre el valor nutricional y el listado completo de ingredientes de sus productos desde la etiqueta”. En su caso, señala, este compromiso de autorregulación “se está implantando desde mayo de 2023 de forma paulatina, de manera que cada vez que las empresas soliciten nuevas etiquetas, estas ya incluirán esta información”. Cerveza y espirituosos se acogen, por tanto, a la autorregulación.
El vino tiene una situación diferente. En diciembre de 2021 se publicó el Reglamento (UE) 2021/2117 que incorpora nuevas normas de etiquetado aplicables al vino y a los productos vitivinícolas aromatizados a partir del 8 de diciembre de 2023. En concreto, estas nuevas normas obligan a estos productos a incluir en el etiquetado la lista de ingredientes y la información nutricional.
José Luis Benítez, director general de la Federación Española del Vino (FEV), señala para la revista Consumer que “la autorregulación es enormemente complicada en un sector en el que el 99% son pymes y, de esas, el 75% son micropymes. Hablamos de pequeñas bodegas familiares y es muy difícil llegar a seguir ese modelo”. Por ello, asegura que fueron ellos los que abogaron por la obligatoriedad. A partir del 8 de diciembre de 2023, las etiquetas con información nutricional y de ingredientes es obligatoria para los vinos producidos a partir de ese momento. Los elaborados con anterioridad, no tienen esa obligación. “Por tanto, aunque la implementación de las etiquetas con esta información está siendo masiva, no quiere decir que la vayamos a encontrar ya en los lineales”, señala Benítez.
Un reciente informe elaborado por el Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Autónoma de Madrid, el Centro Nacional de Epidemiología (CNE) y el Grupo de Trabajo de Alcohol de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), mostraba que solo en el 22,2% de las bebidas alcohólicas había hecho efectivo el compromiso de que las etiquetas ofrezcan información nutricional y sobre ingredientes. En él, Iñaki Galán, uno de los autores, señalaba que “la voluntariedad no se cumple” y pide que sea algo obligatorio como el caso del vino. Bosco Torremocha remite a que es un proceso paulatino y señala que, “según la auditoría realizada por Mercadinámica, el 70% de las referencias de cerveza ya tiene información nutricional en su etiqueta”, aunque es algo voluntario para este producto.
La industria ha batallado para conseguir que se permita el etiquetado digital a través de códigos QR. Esta opción permite a los consumidores acceder a información nutricional, ingredientes y datos sobre consumo responsable al escanear el código, facilitando que las pequeñas y medianas empresas del sector se adapten sin aumentar los costos del etiquetado físico. “Es algo por lo que hemos luchado y hecho presión desde 2017”, explica José Luis Benítez. “Hemos conseguido que se ponga en la etiqueta información obligatoria, como los alérgenos o las calorías, y el resto en QR. Nos parece que es el futuro y, además, te permite dar muchísima más información, que colocada en la etiqueta apenas podría leerse”. Bosco Torremocha defiende la implantación del etiquetado digital porque proporciona “accesibilidad para los consumidores, mejora la trazabilidad y da agilidad y rapidez en las actualizaciones”.
La implementación de esta medida ha sido diversa en Europa: mientras algunos apoyan esta vía digital por su flexibilidad y acceso multilingüe, organizaciones de salud pública prefieren que la información se incluya directamente en la etiqueta para mayor visibilidad y para combatir problemas de salud asociados al consumo de alcohol. Aun así, la UE considera que el etiquetado digital es un paso importante para alinear la industria de bebidas alcohólicas con los estándares de transparencia exigidos en otras bebidas.